11/19/2005

La mañana del fin.

¿Nunca se han puesto a pensar sobre lo que han hecho la noche anterior cuando despiertan en la casa de una total desconocida, desnudo junto a una suripanta cualquiera con una resaca tremenda?

EL primer pensamiento que surgió en mi mente fue el que siempre invade mis pensamientos al despertar todos los días: Que pinche asco y que pinche hueva. Luego la vi, no lograba recordar su nombre, estaba cubierta con la sabana, la observe detenidamente una muchacha de unos 20 años morena, pelo rojo teñido y un peiercing en la ceja.

Inmediatamente después observe por debajo de la sabana, tal como suponía estaba desnuda al igual que yo, en eso de repente despertó, se estiró cual gata podría hacer y con una tremenda hueva me dijo –Hola, eh Gustavo ¿Verdad? - a lo que respondí titubeando –Hola - , -¿No tienes un cigarro?- preguntó, y a mi me embargaba un sutil sentimiento de curiosidad ya que ni su nombre lograba recordar ni mucho menos como llegue allí, tome mis pantalones y saque una caja de cigarros y se los pase – Aquí tienes- le dije, con un tono así como cuando aun estas ebrio.

Se paró con el cigarro en la boca, mi vista no podía separarse de unas proporciones anatómicas un tanto exuberantes y muy deseables, y me dijo sacando humo – Me voy a bañar, si quieres baja y come algo y después vete-, a lo que respondí – ¿Qué no me vas a dar tu número de teléfono?- rápidamente contesto con un tono de desprecio – Ya te lo di -.

Ella se metió al baño oí como el agua caía sobre el pido y luego sobre de ella, yo por mi parte tome mi ropa y me vestí, note que en mis zapatos había una ligera mancha de vomito, ese tipo de vomito causado por la sobre ingesta de alcohol, en mi camisa había un sobre con “café y dulces”, en mis pantalones estaba aun mi cartera, me fije en el contenido de esta y para mi no tan grata sorpresa estaba totalmente en ceros, también tenia en mi posesión un celular ajeno el cual en nada se asemejaba al mío, el mío era un celular de bajo coste parecido mas a una cigarrera que a un celular, el que tenia ahora era uno de esos celulares que nada se asemejan a un celular, parecen mas un hibrido entre reproductor de multimedia y cámara de video que un celular y lo que más me sorprendió fue la presencia de las llaves de un coche .

Tal como me había propuesto ella bajé en el trayecto de su recamara a la cocina pude ver que estaba en una casa ostentosa donde estábamos solamente nosotros dos, entre a la cocina y lo primero que hice fue asaltar el refrigerador, que estaba lleno de botellas de vino y algunas conservas, tome un frasco con caviar y como buen “naco” me hice un sándwich con el caviar. Salí por la puerta principal accione el control de la alarma e inmediatamente sonó la señal de que la alarma se había desactivado.

Cuando mire la maravilla de coche que estaba apunto de atracar, mire el portón de la casa y surgió en mi un pensamiento que estaba apunto de arruinar la estafa: ¿Cómo chingados salgo yo solo de la casa?

Volví a su cuarto y le pregunte –oye ¿Cómo salgo? – Con un soez tono me contesto y aun sacando humo por la boca:
– no seas wey, abre el garaje, entra a uno de los 2 carros y usa el control remoto-
– bueno adiós, luego te llamo-


Seguí sus instrucciones y ya saliendo del portón me puse en marcha hacia alguna calle conocida, me di cuenta que estaba en una colonia del sur de la ciudad, de repente vi uno de esos restaurantes de comida rápida con autoservicio. Entre a su autoservicio (me molesta mucho entrar a esos restaurantes) y entable un dialogo monótono con el dependiente del autoservicio.
–Buenos días-
-¿Qué tienen de buenos?-
-Dispense ¿Qué va a querer?-
-¿Qué tiene?
-Lo que ve en el letrero-
-Quiero un paquete 2-

Dentro del restaurante el que me atendió escupiendo y salivando sobre mi hamburguesa maldecía la hora en que se hizo dependiente de un nefasto lugar como ese, pero según el que mas podía hacer que atender a malditos perros fascistas sino escritor de novelas malas y cuentos pésimos. Llegue a la ventanilla tome mi comida y arranque quemando llanta sin haberle pagado al tipejo que me atendió, el cual casi llorando gritó – Cerdo fascista, nosotros, el proletariado somos la fuerza de la sociedad-.

Me pare en un estacionamiento de un centro comercial y comí esa nefasta hamburguesa, mientras masticaba me quede mirando un punto fijo, como si el punto estuviera en una distancia infinita y pudiera ver a través de las paredes, personas y lugares que me parecían insignificantes con una sola pregunta en la cabeza ¿Qué chingaderas hice anoche?


continuara...